lunes, 30 de julio de 2012

Zapatos...


Muchos son los enigmas que rodean al mundo y ante los cuales seguimos sin poder responder a ciencia cierta; si Dios existe, quien construyó las pirámides,  si primero está el huevo o la gallina, si este año se termina el mundo, etc. Pero si existe uno al cual los hombres jamás lograran entender y es el porqué de la obsesión de las mujeres por los zapatos.
Si. Frívolo, superficial…o tal vez todo lo contrario, hasta casi una experiencia religiosa para algunas (lo he escuchado, no miento), la locura que puede provocar en una mujer un par de zapatos (más aun si están en oferta) es realmente una reacción para estudiar. El efecto no reconoce edad, estatura o clase social, y ni siquiera la más progre o anti sistema escapa a ¿sufrirlo? en algún momento de su vida. Basta echarles una mirada cuando, congeladas frente a la vidriera de alguna zapatería, parecen entrar en alguna especie de trance místico hasta que, finalmente, sacan la tarjeta y cruzan la puerta del local, cual fiera que luego de hacer una suerte de ta-te-tí, han seleccionado a su presa y se dirigen triunfantes hacia ella.
Pero, como es posible que subirse a esas especies de zancos de diseño sea algo tan gratificante, tan Glorioso? Tacos o plataformas, da igual, el vértigo es el mismo. Pero porque lo hacen? Las feministas de la vieja escuela saldrán con el rollo de la mujer objeto y que el hombre las obliga y vaya a saber cuántos argumentos arcaicos mas. Por mi parte, soy de la creencia de que, más que para gustar a alguien, es para gustarse más de ellas mismas.  Y para competir, porque no, entre amigas y colegas del mismo cromosoma. Incluso me atrevería a decir que hasta he visto algunas sonrisas maliciosas cuando notan en la cara de otras la envidia por ese par que ellas consiguieron primero, y que para colmo de bienes o males, era el último que quedaba, denostando una medalla de exclusividad que solo una mujer podría lucir tan bien.
Para algunas lo mejor es comprar con amigas o hermanas (la famosa cacería en manada) Pero ojo, que lo de salir de shopping en grupo es la operación mejor pensada de una mujer que se reconozca experta en el tema; todas saben que al momento en que alguna coincida con otra en alguna sandalia, arderá Troya. Mención aparte para esa amiga que tuvo la suerte (y la tarjeta) de viajar a Europa de vacaciones y se trajo esas sandalias que acá solo se ven en las revistas. Será la musa y reina madre para algunas, y la más odiada y envidiada por otras (sobre todo para aquellas cuyas tarjetas se encuentren en rojo o a punto de serles extirpadas por el marido).
 Sin embargo verlas subidas tan alto es algo que realmente causa admiración. Porque? Por la simple y sencilla razón de que nadie más podría hacerlo con semejante soltura y desenfado. Si a los hombres los vuelve locos, a ellas aún más. Hace algunos días presencié en silencio una escena en la que al igual que en la publicidad de ese jugo en sobres, una bella joven trastabilló y cayó desde las alturas de unos suecos de corcho, en plena peatonal, para luego al igual que en la publicidad, levantarse triunfante y con una sonrisa seguir como si nada (hasta me puse a tararear la canción pero  bueno, así soy yo). Un aplauso para ella, quien quiera que seas si lees esto vas a saber que hablo de vos…

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