Se viven días convulsionados en Paraguay. Aunque se lo
intente maquillar de otra manera, lo acontecido allí fue un golpe de estado,
una puñalada trapera a la libertad, a la democracia, al pueblo. Los
legisladores paraguayos usaron un marco ilegal, maquillado y forzado para
ejecutarlo. En las calles del país vecino se respira un aire de incertidumbre y
miles de personas se preguntan cómo va a seguir esto de ahora en más. Mientras
tanto, en nuestro país estamos a punto de patentar un nuevo deporte nacional; a
ver quien le pega más duro al gobierno. A ese gobierno que, una vez más, fue
elegido por más del 50% del electorado,
pero del cual nadie se hace cargo. Ese gobierno al cual se le reclama todo lo
que nunca se animaron a reclamarle a gobiernos anteriores. Ese gobierno al
cual, muchas, demasiadas veces, me da la sensación de que se le “pega”
simplemente porque está de moda, o hace que la gente se sienta bien (ambos
casos de dudoso gusto y de dudoso valor intelectual, por no decir otra cosa).
Somos un país joven de democracias, que ha sobrellevado, y
aun sobrelleva, grandes cicatrices en su haber de un pasado terrible, de mucho
dolor. Muchas veces siento que a pesar de llevar ya treinta años en democracia,
nos comportamos como de catorce o quince, casi un adolescente, democráticamente
hablando. Es más el tiempo que perdemos protestando, haciendo berrinches o
insultando, que el tiempo que invertimos haciendo. No me malinterpreten; creo
firmemente que es un derecho total y absoluto el poder manifestar en completa libertad
nuestras opiniones o disconformidades, la democracia, en líneas generales, es
eso. Pero también creo firmemente que es sano saber hasta qué punto estamos
quejándonos de cosas reales, cosas que sabemos y que entendemos, y hasta qué
punto estamos dejándonos llevar por lo que nos dicen, por lo que quieren que
pensemos. La imparcialidad y la objetividad ante todo, con el uso de razón por
sobre todas las cosas.
Uso redes sociales y trabajo con mucha gente a diario y, lo
que escucho y leo, a veces, me da miedo. Escuchar gente que insulta, que arremete sin ningún
tipo de opinión formada y que hacen uso de su voz para…para decir absolutamente
nada. Sus observaciones sobre la situación son irreproducibles en un 99% de los
casos. Es aún peor, escuchar a gente adulta, mayores de sesenta años y quienes
tuvieron que vivir épocas terroríficas de este bendito país decirte que “con
los militares estábamos mejor” o que
“hay que sacar este gobierno a como dé lugar” y la verdad, me quedo sin
palabras ¿Tan difícil es vivir en democracia?...
De más esta decir que este texto no es propaganda política,
y esta lejísimo de serlo. No soy Kirchnerista. No creo que este sea el mejor
gobierno que hemos tenido, pero tampoco creo que sea el peor (¿nos hacemos un
paseo por los noventa? Mejor no, ¿cierto?) . Mi humilde deseo es el de que
simplemente cuidemos y aprendamos a vivir en democracia, en libertad. Que la
violencia no nos siga tapando, que como pueblo encontremos el camino, que las
diferencias no nos sigan separando, que si estamos desconformes, hagamos valer
nuestro voto en las urnas, porque es tan terrible decir que votamos en blanco,
como negar que votamos a quien votamos. Que entre todos sigamos luchando por
crecer, por lo que nos corresponde, pero con amor por la camiseta, como si
fuese nuestro mejor partido. Ya vivimos demasiada violencia en el pasado. Empecemos
a jugar en equipo y que sea pronto. -
(Este texto está dedicado a toda la gente de Paraguay que
resiste con fuerza por estos días)
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