Heme aquí sentado, a la espera de un rico tostado y su
respectiva gaseosa en un coqueto barcito de nueva córdoba, de esos que te hacen
sentir que están en nueva york al menos por un ratito. Estoy a la espera de la
inspiración necesaria para concebir una idea que este realmente buena, que
valga la pena desarrollar. Para variar siempre ando a las corridas pero hoy se
ha producido uno de esos milagros mediante el cual se me han generado un par de
horas libres para poder relajarme mientras espero que comience mi clase de
teatro. Afuera es un caos bastante bravo; hay paro de transportes otra vez y la
ciudad se encuentra sitiada. Es martes pero parece un domingo de esos previos a
un lunes feriado, sobre todo cuando veo la gente que camina por el medio de la
calle. Mientras la policía observa con atención toda la escena, cada
movimiento. Yo en cambio estoy decidido a encerrarme en mi propio mundo.
Mientras escribo la chica que se acerca a tomarme el pedido me mira fijamente,
sobre todo porque fui bastante insistente en pedirle una mesa bien alejada pero
igualmente iluminada para poder concentrarme. Me han dicho, por otro lado que
cuando escribo empiezo a hacer unas muecas bastante raras, por lo cual que me
miren raro no me preocupa por lo cual sigo en lo mio y no le doy importancia. A
menudo me pasa que la inspiración suele tomarme por asalto una hora antes de la
fecha limite de entrega, pero hoy me vine decidido a romper con ese esquema de
trabajo que por lo general rinde frutos pero me deja de cama. Pero empiezo a escribir
y suena el celular. Es el cuidador de mis días que reclama mi presencia. Es un
llamado que no puedo dejar de atender, lo sé, lo saben. Después de llevar sus
preocupaciones a buen puerto, corto y vuelvo a mi cuaderno. Aun no llego a la
notebook asi que me digo a mi mismo que soy de esos escritores de la vieja
escuela, por no decir de bajos recursos.
Pero el momento de inspiración se ha ido ¡diantres! ¿y ahora? ¿en que
estaba?
Vuelvo a empezar de cero. De fondo suena Serrat. Su música
es narcótica, es imposible escuchar Mediterráneo y no deshacerse en elogios
hacia el catalán. Que poeta mas increíble, se me pone la piel de gallina. Su
música es sublime pero ¡un momento! ¿voy a hacer una columna sobre Joan Manuel?
No puedo. No. Mi maldita adicción a las redes sociales me mantiene pendiente
del celular aunque no quiera. Debería haberlo apagado, pienso. De repente miro
el reloj y ya estoy a media hora de mi clase. No hay posibilidad de
concentrarme, me he relajado a tal punto que tengo la mente en blanco. Parece
que mi viejo tiene razón en eso de que trabajo mejor bajo presión, por mal que
me pese. Pago mi cuenta y vuelvo al mundo real. Me despido de la moza que me
regala una sonrisa forzada. Empieza a sonar
Silvio Rodriguez. Faltan cinco minutos para las ocho de la noche. Hora
de empezar con la función. Saco de la valija al actor. Nos vemos en la próxima,
si ven alguna musa por favor ¿le pasan mi mail?.-
La verdad que me fascina leer la columna de día a día , y quedas diciendo CHABON ESTO ME PASA!Me quede asombrada, una de las tantas veces que leía .. creo si mal no recuerdo sobre la depresión era uno de los temas MUY BUEN POSTEO !
ResponderEliminarGracias Jhesy por tu comentario. Un poco esa es la idea, hacer sentir identificado al otro con pequeñas cosas que nos pasan a diario...y no sentirnos tan solos en nuestra locura, no? ;)
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