Hace un par de noches atrás tuve un sueño
con una persona equivocada. ¿Y que es una persona equivocada, se preguntaran
ustedes? Una persona equivocada es aquella persona que debido a una serie de
eventos desafortunados deberíamos haber eliminado de nuestro sistema, y no solo
haberla enviado en un viaje solo de ida a la papelera de reciclaje de nuestra
memoria. Hablo de eliminarla por completo. No hablo de matar, no literalmente
aclaro. El individuo en cuestión puede ser un amigo, un pariente o incluso un
ex. De más está decir que el solo hecho de pensar en este ser prohibido es una
violación completa a la ecuación de prohibición antes generada. Pero como
dentro de mi cabeza hace tiempo se decretó la independencia de la razón y la
abolición de las cosas que son políticamente correctas pasaré a relatarles en
detalle el sueño en cuestión.
Vieron que cuando uno sueña por lo
general las escenas nunca tienen demasiado sentido, y es muy común que si en un
momento determinado de nuestra aventura por las tierras de Morfeo estamos en
una playa, por dar un ejemplo, al siguiente podemos aparecer sentados en el
salón de clases de la secundaria y volver a tener quince años otra vez. Pues es
entonces que me encontraba yo en mi mejor momento cuando de repente y vaya dios
karma a saber porque acababa en la calle, sin nada más que lo puesto.La
desesperación era tal que terminaba usurpando una casa para pasar la noche, que
para completar la tragedia era lluviosa y fría como el polo norte, o el sur
depende desde donde estén leyendo esto o de cual polo les caiga mas simpático.
El real problema devenía cuando descubría que la casa que había usurpado pertenecía
a nada más y nada menos que a la persona en cuestión, que a todo esto se
encontraba de vacaciones y volvía esa misma noche. La primera reacción mutua
era de completo caos y gritos, reproches y el más que esperado llamado a la
policía para dar fin a semejante delito, que no hablo tanto de entrar a esa
casa sino el de volver a vernos después de haber jurado, improperios mediante
nunca jamás volver a cruzarnos. Pero, como les contaba al principio los sueños
son tan traicioneros como un alacrán y para la siguiente escena ya nos
encontrábamos conviviendo como si nada, más aun en una paz tan narcótica que
hasta daba cierto pavor. Me desperté de un salto. Estaba bañado en
transpiración y el corazón me latía como una locomotora en su primer viaje. Me
quede mirando por la ventana como la madrugada empezaba a darle lugar a las
primeras luces de la mañana. Había sido un sueño. Una pesadilla de esas que te
dan cuando te comés una barra de chocolate Aguila vos solo y te acostás sin
hacer la digestión. ¿Y el sueño en que quedó, se preguntarán ustedes? ¿Hay un
mensaje oculto en esta columna? ¿Con quién soñé en realidad? Eso, mis estimados
lectores lo dejo librado a su imaginación. Ahora me voy a
soñar despierto por ahí que se me hace tarde y hay mucho por vivir. Hasta la
próxima.-