Cáncer. Eran casi las ocho de la noche y estábamos
preparándonos para asistir al cumpleaños de un amigo cuando recibí la terrible
noticia de boca de mi hermana mayor. En mi cabeza el tiempo se detuvo y no pude
pronunciar ni una palabra más. A duras penas pude subir la escalera hacia mi
habitación, aunque en realidad ni siquiera sabía hacia donde iba en ese
momento. Todo se volvió confuso y como empecé a sentir que las piernas no me
respondían me senté despacio en la cama y traté de mantener la calma; mi
hermana aun estaba del otro lado del teléfono y se había generado un silencio
de muerte entre ambos. El resto de la charla entre nosotros se nos fue
básicamente en tratar de auto consolarnos, y ambos cortamos, casi entre
susurros. Baje al comedor nuevamente y
me quedé en silencio en lo que pareció el momento más sombrío de mi vida. Mil
cosas pasaron como cometas por mi mente, mientras el reloj que en realidad no
había dejado de correr ni un segundo marcaba las diez y media. Era sábado y ya
no había nada más importante en que pensar o hacer; la noche se había terminado
aún antes de empezar.
Qué pasa cuando pasa, esa es más o menos la pregunta que nos
hacemos todos cuando, valga la redundancia, nos pasa. No creo que exista
persona sobre el planeta que esté preparada psicológicamente para recibir a
este visitante oscuro e inesperado en su hogar, porque todo lo que podemos
hacer como familia sentimos que resultará inútil, y porque parece que
emprendiéramos un viaje eterno hacia una guerra que sabemos antes de llegar que
vamos a perder, pero aun así terminamos yendo armados simplemente con la
esperanza de creer que se puede, y la voluntad de levantarnos cada día y
aprovecharlo al máximo, y fe, que en este caso no importa en quien creas porque
vamos a necesitar creer en algo, llámenlo Dios, Jehová o Buda. Creer en este
caso es casi tan vital como la medicina.
Fuerza, mucha fuerza
ya que vamos a necesitarla para andar y no cansarnos, para poder llorar a mares
y recuperarnos rápido porque no podemos darnos el lujo de dejarnos caer, fuerza
para mandar todo a la mierda y para volverlo a traer porque vamos a tener que
mantener la cordura cuando el resto no pueda, y
para que la enfermedad no se lleve el aliento de vida que parece escasear
lentamente con el correr de los días. No
es fácil, yo lo sé y créanme cuando les digo que no va a volverse más fácil con
el correr de los días. Tal vez no sirva de mucho todo lo que pueda decirles en
una situación tan traumática, tal vez
les sirva saber que hay alguien ahí del otro lado que está viviendo lo
mismo que ustedes. Desde hace una semana
me levanto con el corazón más lleno de esperanzas que nunca, porque voy a ser
optimista y voy a ser parte de este viaje en el que voy a ser fuerte, voy a
llorar, me voy a caer y me voy a volver a levantar. Viejo, este texto está
dedicado a vos, porque vamos a pasar por esta tormenta juntos hasta que salga
el sol de nuevo, y también para todos ustedes por leerme cada semana y darme
luz desde el otro lado de esta columna. Nos vemos en la próxima.-