Aprenderás a cocinar o morirás en el intento. Eso me
repetía cada vez que me veía parado
enfrente a la hornalla y no sabía por dónde arrancar primero hasta que,
finalmente caía en las garras del dios delivery y terminaba por posponer esa
titánica empresa para la próxima…o la siguiente. Supongo que si tenía alguien
apuntándome a la cabeza podría haber llegado a preparar con suerte una
ensalada, o al menos cortar la lechuga y el tomate, y ya con eso era suficiente.
Pero un buen día me puse a pensar y caí en cuenta de que vengo de un largo
linaje en el cual toda mi familia, o sea TODOS saben cocinar, y no solo que
saben sino que lo hacen muy bien. Entonces mi gran interrogante era: “¿Seré yo
el del problema?”
Con perdón de mi madre, que al leer estas líneas seguramente
pondrá el grito en el cielo y me retirará el saludo por un par de días, no sin
antes hacérmelo saber por todas las vías posibles, el que mejor cocina en casa
es mi viejo. Eso sí, él responde a una serie de requerimientos para que el
ritual se lleve a cabo sin problemas, como por ejemplo el hecho de que no hay
que interrumpirlo bajo ningún aspecto mínimo media hora antes de empezar, ni
acercarse demasiado porque puede llegar a volar algún utensilio de cocina por
nuestras inocentes cabezas. Tampoco le gustan los cumplidos; eso significa que
si esta rico para nuestros paladares lo que él preparó basta con comerse hasta
el último bocado y, en caso de quererlo, repetir la porción. Si, reconozco que es
un hombre de pocas palabras y algo de mal genio, el cual heredé sin duda
alguna, pero de una mano en la cocina impresionante, lo cual si heredé aún no
me entero ni recibo la notificación. Mi admiración por su habilidad es
completa, pero nunca le pedí consejos ni participación en el proceso. Grave
error, porque con la convivencia llega la repartija de tareas, y con ella me vi
nuevamente enfrentado al desafío de
cocinar. Durante los primeros tiempos la pilotee con alguna que otra excusa y un
largo listado de entregas a domicilio recolectados en mi época de soltería,
pero estamos en Argentina y así no hay bolsillo que aguante por lo cual
finalmente y después de varias discusiones y esquivar con más suerte que gracia
el problema, decidí intentarlo. De a poco y con ayuda me estoy animando. Si
tuviera que catalogarlo cual niveles de educación, debo confesar que estoy en
primer grado, con grandes probabilidades de repetir el año, pero lo importante es
que para mi gran sorpresa voy perdiendo el miedo de a poco, y con alguna que
otra ayudita por aquí y por allá de a poco me voy animando. Y con esto último dicho los dejo porque estoy
sintiendo un olorcito a quemado y me parece que las milanesas se me
pasaron…otra vez. Buen provecho y que viva el buen comer.-