sábado, 30 de marzo de 2013

Amor es...



Hace ya algunos años, apenas cumplidos mis veinte y con la cabeza tan llena de rulos como de ideas empecé a maquinar la idea de dedicarme a la música. La cuenta, me decía en ese entonces me cerraba bastante bien; tenía una voz decente, tocaba la guitarra y escribiendo me defendía. Hasta ahí todo muy lindo. Cierta tardecita de invierno en medio de una juntada les comenté este proyecto a mis amigos más cercanos, y su apoyo fue total. Empecé entonces cual niño con juguete nuevo a mostrarles mis escritos con algo de timidez y noté con mucha alegría como iba ganando su atención con cada nueva hoja que leían. Mi ego estaba por las nubes, porque si hay algo que rescato de mis amigos es su objetividad; si algo no les gusta, son terminantes y si no te gustó su honestidad brutal, a llorar al campito. La tarde se convirtió en noche, y poco antes de despedirnos, algunas cervezas de por medio uno de ellos me dijo, con algo de picardía: “Che, muy buenas tus letras, pero te faltaría que escribieras alguna de amor, vos me entendés, no?”. Abrí los ojos bien grandes y asentí casi en silencio. Nos despedimos rápido por el frio y cada uno tomó un camino diferente en medio de la madrugada.
Amor. Llegué a casa y empecé a releer cada hoja, cada canción, cada párrafo. Nada. Ni un ápice del sentimiento en cuestión. Abundaban, eso sí, dragones, lluvias torrenciales y problemas de diversos tenores, pero de amor ni noticias. Caí en la cuenta de que no podía escribir de algo que no había sentido nunca, me dije a mí mismo. No al menos en el tenor de las grandes canciones de amor que todo el mundo conoce.  Estaba entrando a mis veinte años y aun no me había enamorado, y de repente me empecé a preocupar y mucho. Porque para ser un artista con todas las letras tenía que conocer de todo para poder escribir, nutrirme de cada experiencia de vida, y a mí me estaba faltando el condimento principal de todo gran autor que se precie como tal.  Ya no podía seguir siendo indiferente. Así empezó mi aventura inesperada hacia las tierras de Afrodita (o de Venus, según que versión de la historia prefieran ustedes).
Sin embargo, detrás de toda mi lógica y de las montañas de libros leídos sobre el tema, nada podía prepararme para lo que estaba a punto de vivir. Resumiré todo con decir que los resultados fueron absolutamente desastrosos.  No negaré que al principio me divertí, pero con el tiempo fueron más las lágrimas derramadas por el desengaño que las canciones que quedaron plasmadas en mis cuadernos. Verán ustedes, mi error fue creer que esto era algo sobre lo cual podía experimentar y volver a casa a escribir como si nada, cuando la realidad era que iba a ser la experiencia más importante de mi vida de adultez. Cuando después de años de irme a dormir rezando porque ahí afuera hubiera alguien destinado para mi, finalmente el amor, el verdadero amor llegó a mí. Casi como el más dulce de los accidentes. En el momento justo en que dejé de buscarlo y cuando la esperanza se estaba desdibujando. De repente todo comenzaba a tener sentido, y la idea de compartir mi vida con alguien ya no parecía tan descabellada.  Deje de preocuparme por escribir la canción perfecta y el sueño de cantar fue quedando de lado. Lo que había comenzado como una fría e inexperta búsqueda de inspiración se había convertido en la base de mi cambio de óptica sobre la vida misma. Es por eso que cuando alguien pregunta ¿Qué es el amor? Solo atino a sonreír al recordar mi experiencia y dar gracias por haber descubierto el verdadero significado de lo que es amar, y ser amado. Amor es…ahora les toca a ustedes. Hasta la próxima.-



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