sábado, 29 de junio de 2013

Ser gay hoy...



Me preguntaron qué significaba para mí ser gay en los tiempos que corren. Que tema. Pensé mucho antes de meterme a trabajar en esta columna, dudé aún más de lo que pensé y rehíce estas líneas tantas veces que en un momento parecía una escena sacada de la película “El día de la marmota” (como siempre les digo, si no conocen algo ¡a googlear se ha dicho!). Muchas ideas iban y venían por mi cabeza pero ninguna terminaba de convencerme, finalmente me relajé y opté por contar ni más ni menos que mi humilde punto de vista, mezclado con algo de realidad y humor para desdramatizar, que para eso ya está la vida misma ¿o no?.
Para mi ser gay es algo que nunca me costó demasiado trabajo asimilar, pero no desde el lado de lo sexual estrictamente hablando. Siempre supe que era diferente, para bien o para mal sabía que no era igual que el resto de mis compañeros de escuela o mis amigos del barrio. Y no hablo de que me gustara jugar con muñecas (aunque debo reconocer que el pelo largo y platinado de las Barbies de mis compañeras era una debilidad difícil de no querer peinar). Me sentía más maduro, más sensible en situaciones en las que el resto se reía y se veía confundido. Nunca fue un obstáculo para mí a la hora de relacionarme con las personas, aunque después de grande muchos de mis amigos me reprochan que esto se deba a que, como dicen ellos “no se me nota tanto”, como si acaso el hecho de ser gay significara que todos somos como mamá televisión se encargó de enseñarle al mundo: delgados, irónicos, siempre con el remate gracioso para cada frase y como olvidarlo, súper promiscuos. Un completo y vacío clisé que la sociedad se encargó de masticar y escupir con el solo objetivo de hacernos ver como algo gracioso, pasatista y hasta en algunos casos, peligroso. El único problema es que somos personas como cualquier otra ¡Madre mía! ¡Si hasta tenemos sentimientos y todo! Bueno, tal vez si sea cierto eso de la ironía. Punto a tu favor, caja boba.
No siento que haya salido del closet, quizás porque nunca me sentí adentro de ninguno. Siempre tuve en claro lo que sentía y, con el mismo respeto que pido para mi me encargué de dejarlo bien en claro. La sexualidad nunca fue una carga ni algo sobre lo cual sentir vergüenza. Vengo de una familia que siempre me contuvo y nunca me discrimino ni me dejo de lado, aunque lamentablemente no sea la realidad de muchos casos, donde prefieren apartarse antes que entender que esas diferencias que parecen tan grandes en realidad no son nada si tan solo abren la mente pero sobre todo, el corazón. Si alguien pretende insultarme o hacerme sentir mal tratándome de homosexual pero en la triste palabra de cuatro letras simplemente me doy vuelta y les digo “¿Me hablaban?”. Eso es lo que me importa; nada en absoluto. Los años de persecución y de esconderse ya pasaron. Gracias a Dios por el cambio de mentalidad y porque la ley finalmente nos reconoce como pares ante la sociedad. Si, sé que parece tardío, y de hecho lo es pero la rueda ha empezado a correr y no va a parar ahora. Queda mucho por hacer, mucho por lograr. Vivan libres, disfruten, amen. Sean felices porque la intolerancia del ignorante se encuentra en todos los órdenes de la vida y no vamos a cambiar la cabeza de todo el mundo de un día para el otro. Igualdad y respeto ¡y que viva Madonna, carajo! (o Lady Gaga para las nuevas generaciones, que se yo). Hasta la próxima, y como siempre, gracias por estar.-


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