lunes, 11 de febrero de 2013

Popular...



Es un día cualquiera frente al televisor,  y los programas de concursos y desafíos abundan, tanto en el cable como en la televisión abierta. No importa la hora. La carrera por coronar al mejor y desmerecer al que no llegó a tiempo o no cumplió con el objetivo se repite a diario, la conquista por ser popular ha comenzado y no va a detenerse fácilmente. Agarro el control remoto y mientras mascullo algunas palabras non santas contra la caja boba, pienso que en realidad nunca me he llevado bien con la idea de popularidad. Siempre me ha parecido una de esas palabras molestas, de esas que cuando aparecen en nuestros vocabularios seguramente traerá cola. Cierto es que desde muy chicos la sociedad nos empuja a conseguir metas, siempre enfocadas en el concepto de tratar de ser alguien en esta vida, pero eso sí, alguien popular. ¿Pero cuál es el significado de esa palabra? Independientemente del ámbito en que nos desarrollemos y si trasladáramos las palabras a una tira cómica seria más o menos así: las personas populares son felices, se ríen mucho, tienen muchos amigos, manejan autos último modelo y  poseen lo último en tecnología. Las personas impopulares, por otro lado, son representadas por el parámetro opuesto; son personas serias, con trabajos mediocres, se ríen poco y nada y viajan en colectivo. Está bien, tal vez parezca exagerado lo que estoy diciendo… ¿o no?
Para muchas personas ser popular y ser alguien son sinónimos, pero permítanme el atrevimiento de decirles que no podrían estar más errados. Siendo chicos, muchas veces es fácil sentirse excluido de diferentes situaciones sociales por no encajar en los parámetros “correctos”, pero ¿Qué podemos hacer cuando desde los cuatro puntos cardinales nos están diciendo a quien seguir y a quien no, que es lo correcto y que no lo es? El anhelo por lo material como sinónimo de éxito es casi tan nocivo como esas viejas publicidades televisivas de cigarrillos que nos mostraban a gente fumando y viviendo la vida loca como un oasis de felicidad y éxito; hoy sabemos bien como termina esa historia, y es bastante desagradable como para citar algún ejemplo siquiera. Las generaciones más jóvenes necesitan una brújula urgente, porque están llevando la demonización de los que no se adaptan  a terrenos peligrosos.
Es triste que a esta altura del partido todavía vivamos en un mundo donde se sigan barajando conceptos tan baratos, tan de película pasatista. Los adolescentes en las escuelas viven un momento en donde la violencia contra los que no encajan es cada vez mayor. Como adultos, sabemos bien que este momento es en donde se forjarán sus personalidades, y es nuestro deber, seamos padres, tíos o hermanos mayores no alentar más ideas erradas de éxito.  Todos en algún momento hemos estado de un lado o del otro, y no podemos permitir que esto afecte a más gente. Pongamos nuestro granito de arena, incentivemos a pensar, a leer, a generar, a HACER porque todos somos alguien, todos y cada uno de nosotros. Cada persona es única y vale como tal y no podemos dejarnos definir por la regla con la que nos miden los estereotipos. Esta semana les dejo esta tarea. Pónganlo en práctica y tal vez, de a poco empecemos a ver los frutos del cambio. Hasta la próxima.-

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