Es un día cualquiera frente al televisor, y los programas de concursos y desafíos
abundan, tanto en el cable como en la televisión abierta. No importa la hora.
La carrera por coronar al mejor y desmerecer al que no llegó a tiempo o no
cumplió con el objetivo se repite a diario, la conquista por ser popular ha
comenzado y no va a detenerse fácilmente. Agarro el control remoto y mientras mascullo
algunas palabras non santas contra la caja boba, pienso que en realidad nunca
me he llevado bien con la idea de popularidad. Siempre me ha parecido una de esas
palabras molestas, de esas que cuando aparecen en nuestros vocabularios
seguramente traerá cola. Cierto es que desde muy chicos la sociedad nos empuja
a conseguir metas, siempre enfocadas en el concepto de tratar de ser alguien en
esta vida, pero eso sí, alguien popular. ¿Pero cuál es el significado de esa
palabra? Independientemente del ámbito en que nos desarrollemos y si
trasladáramos las palabras a una tira cómica seria más o menos así: las
personas populares son felices, se ríen mucho, tienen muchos amigos, manejan
autos último modelo y poseen lo último
en tecnología. Las personas impopulares, por otro lado, son representadas por
el parámetro opuesto; son personas serias, con trabajos mediocres, se ríen poco
y nada y viajan en colectivo. Está bien, tal vez parezca exagerado lo que estoy
diciendo… ¿o no?
Para muchas personas ser popular y ser alguien son
sinónimos, pero permítanme el atrevimiento de decirles que no podrían estar más
errados. Siendo chicos, muchas veces es fácil sentirse excluido de diferentes
situaciones sociales por no encajar en los parámetros “correctos”, pero ¿Qué
podemos hacer cuando desde los cuatro puntos cardinales nos están diciendo a
quien seguir y a quien no, que es lo correcto y que no lo es? El anhelo por lo
material como sinónimo de éxito es casi tan nocivo como esas viejas publicidades
televisivas de cigarrillos que nos mostraban a gente fumando y viviendo la vida
loca como un oasis de felicidad y éxito; hoy sabemos bien como termina esa
historia, y es bastante desagradable como para citar algún ejemplo siquiera.
Las generaciones más jóvenes necesitan una brújula urgente, porque están
llevando la demonización de los que no se adaptan a terrenos peligrosos.
Es triste que a esta altura del partido todavía vivamos en
un mundo donde se sigan barajando conceptos tan baratos, tan de película
pasatista. Los adolescentes en las escuelas viven un momento en donde la
violencia contra los que no encajan es cada vez mayor. Como adultos, sabemos
bien que este momento es en donde se forjarán sus personalidades, y es nuestro
deber, seamos padres, tíos o hermanos mayores no alentar más ideas erradas de
éxito. Todos en algún momento hemos
estado de un lado o del otro, y no podemos permitir que esto afecte a más
gente. Pongamos nuestro granito de arena, incentivemos a pensar, a leer, a
generar, a HACER porque todos somos alguien, todos y cada uno de nosotros. Cada
persona es única y vale como tal y no podemos dejarnos definir por la regla con
la que nos miden los estereotipos. Esta semana les dejo esta tarea. Pónganlo en
práctica y tal vez, de a poco empecemos a ver los frutos del cambio. Hasta la
próxima.-
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